Entonces, te lo explico así.
Imaginate a una persona, digamos “María”, que hace bijouterie y tiene un emprendimiento. Nada del otro mundo, una web en la que vende sus artículos. Ella, al igual que muchos, contrató a una moto para que lleve sus productos así que de “multinacional” no tiene nada.
Para crear sus aritos y collares, necesita piedritas y canutillos.
Va al barrio de Once a comprarlos, pero se encuentra con que lo que hay disponible es feo. ¿Por qué? Porque el gobierno de turno restringe la importación de piedritas, como las que sí hay en otros países que se dedican a producirlas.

María no solo ve su trabajo limitado, sino que el sistema la condena implícitamente a crear piezas de baja calidad, por las que, obviamente, no podrá cobrar mucho.
Ludwig von Mises lo dijo claro: “El único efecto directo de la intervención del gobierno en el mercado es hacer que las condiciones sean menos satisfactorias de lo que habrían sido si el gobierno no hubiera intervenido”. Esto es exactamente lo que le pasa a María: las trabas del gobierno no la dejan acceder a materiales de calidad, limitando su capacidad de crear y prosperar.[1]

Como sabemos, el estado ni enterado sigue con su maquinaria como si nada, porque una persona que no puede ganar demasiado, de todos modos, tiene que pagar impuestos por su emprendimiento. Así, María termina siendo una especie de esclava moderna, creando lo que le permiten y rebuscándoselas en un sistema que la ve como un número que paga impuestos.

Pero María no se rinde. Quiere hacer cosas bonitas para sus clientes.
Busca en internet y encuentra un emprendimiento, llamémosle “Súper Suministros de Bijú”. Este negocio es de una persona que, gracias a una amiga en la aduana -en aerolíneas o donde sea-, trae piedritas mejores de contrabando y las revende.

La dueña de “Súper Suministros de Bijú” vende esas piedritas a un precio cuatro veces mayor al que valen en realidad. Un negoción para ella, pero una traba más para María.
Porque, claro, al costo base de las piedritas se le suma el supuesto envío y las ganancias especulativas que quiere la vendedora. En la bio de la web, “Súper Suministros de Bijú” se jacta de ser “industria nacional orgullosa”.

El punto es que María escucha que el gobierno anuncia: “De ahora en adelante, pueden entrar compras del exterior”.
Entonces, María, compra en Amazon las piedritas de sus sueños, mucho más baratas que las de “Súper Bijú”.
María está radiante. Ahora podrá diferenciarse de la competencia, crear con materiales de calidad y hasta comprar ese alicate especial que cuesta menos de 10 dólares, pero que acá no se consigue. Ese alicate es todo lo que marcará la diferencia en sus creaciones.
Friedrich Hayek lo explicó perfecto: “El sistema de precios es una de esas formaciones que el hombre ha aprendido a usar después de tropezar con él sin entenderlo. A través de él, no solo es posible una división del trabajo, sino también una utilización coordinada de recursos basada en un conocimiento igualmente distribuido”. María, al acceder a esas piedritas y herramientas, está aprovechando esa libertad para innovar y crecer como emprendedora.[2]
María está optimista y feliz de no haberse rendido con su emprendimiento.

En este punto, aparece el periodista K y dice: “¡Esto es terrible! ‘Súper Bijú’, que es nacional, va a quebrar porque si dejan entrar suministros, María no le comprará más”.
Lo que no te cuentan es que María, con sus creaciones geniales, venderá tanto que necesitará contratar gente. Terminará dando trabajo a personas que hoy están desempleadas.

¿Y qué pasa con la dueña de “Súper Bijú”, que cerró su negocio por especuladora?
Con ella, que no deja de ser emprendedora aunque use estrategias especulativas, pueden pasar muchas cosas: aprovechando su experiencia con las piedritas, podría postularse para trabajar con María; o, ahora que se le “pinchó” el negocio de la bijouterie, tal vez descubra que puede traer remeras y gane más con eso. Murray Rothbard lo tenía clarísimo: “En la economía de mercado, los consumidores son supremos. Su compra o abstención de comprar determina qué se debe producir, por quién y en qué cantidad”.
La dueña de “Súper Bijú” tendrá que aprender a competir de verdad, sirviendo a los clientes, si quiere seguir adelante.[3]
Con suerte, entenderá que especular tanto no es negocio ya que su futuro dependerá de su actitud para servir al prójimo, no de lo que el gobierno le permita o prohíba.

Lo que no entienden, especialmente los que nunca en su vida emprendieron nada, es que un emprendedor siempre emprende. Quebrar no está mal, porque es aprender. Quien es capaz de levantar y quebrar un negocio, puede arrancar otro y triunfar; o al menos, tener trabajo sin ser un parásito del estado.

Decir que la entrada de productos del exterior acaba con la industria nacional es no entender las variables humanas que mueven a los emprendedores.
Es militar a favor de algún negocio o industria que paga pauta. Porque no hace falta ser economista premio Nobel para saber que un periodista o un diputado -o cualquier persona que viva del estado- no tienen idea de lo que es emprender.
Henry Hazlitt dijo: “El efecto de los aranceles y otras barreras comerciales es aumentar los precios para los consumidores, desviar la inversión de capital y reducir el volumen del comercio, disminuyendo así la riqueza de todos los países”. Cuando critican la entrada de productos del exterior, no ven que están defendiendo un sistema que perjudica a emprendedores como María y a consumidores que merecen mejores opciones de productos.[4]

En fin, los materiales que entran a un país sirven para crear cosas y hacer crecer las industrias. Hasta los canutillos y herramientas artesanales que ahora llegan pueden generar trabajo. Como se dijo alguna vez: “Donde entra el comercio, no entran las balas”.

En mi artículo anterior, “Pobres: Esclavos o protagonistas”, hablé de por qué la pobreza es conveniente para algunos y por qué evitar que las personas crezcan y prosperen, no le sirve a los socialistas.
El ingreso de artículos del exterior no les molesta porque “afecta la industria nacional”. Les molesta porque abre la posibilidad de que más personas puedan crear riqueza.
Al menos eso creo yo, que soy, a mucha honra, emprendedora.


Referencias de las citas

  1. Cita: “El único efecto directo de la intervención del gobierno en el mercado es hacer que las condiciones sean menos satisfactorias de lo que habrían sido si el gobierno no hubiera intervenido.”
    Fuente: Ludwig von Mises, La acción humana: Tratado de economía
  2. Cita: “El sistema de precios es una de esas formaciones que el hombre ha aprendido a usar después de tropezar con él sin entenderlo. A través de él, no solo es posible una división del trabajo, sino también una utilización coordinada de recursos basada en un conocimiento igualmente distribuido.”
    Fuente: Friedrich A. Hayek, “El uso del conocimiento en la sociedad,” en Ensayos de economía y política
  3. Cita: “En la economía de mercado, los consumidores son supremos. Su compra o abstención de comprar determina qué se debe producir, por quién y en qué cantidad.”
    Fuente: Murray N. Rothbard, El hombre, la economía y el Estado
  4. Cita: “El efecto de los aranceles y otras barreras comerciales es aumentar los precios para los consumidores, desviar la inversión de capital y reducir el volumen del comercio, disminuyendo así la riqueza de todos los países.”
    Fuente: Henry Hazlitt, La economía en una lección

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