Carta abierta a María Eugenia Vidal
Usted dice, hablando de las redes en el programa de Feiman, “este es un debate que se está dando en el mundo”. Yo cambiaría “mundo” por “países pro-agenda 2030”, que, obviamente, no es el caso de nuestro país.
Hay una corriente agendista, como usted bien sabe, que viene intentando controlar las opiniones de las redes sociales en los países donde ganan sistemas socialistas. Lo hemos visto en Brasil censurando X, lo estamos viendo en España y, eternamente, ya lo vivimos en Cuba y en Venezuela.
Buscan regular las redes y acabar con el anonimato, cargándose la libertad de elección de las personas. Eso buscan algunos.
Y, como usted dio su opinión, yo también doy la mía al respecto.
Los periodistas, como el que tiene al lado, eligieron ser periodistas.
Cuando fueron a estudiar periodismo, sabían que, si las cosas les salían bien, tendrían que mostrarse, salir en la tele, en la radio y poner la cara hasta para recibir premios.
El precio de exponerse por ser famosos periodistas es lidiar con la popularidad que eso implica.
Los políticos, como usted, eligieron ser políticos.
Cuando usted se unió al PRO, luego a Cambiemos y luego a Juntos por el Cambio, sabía desde el día uno que tendría que mostrarse para que la voten. Que saldría en la tele, en la radio y que tendría que poner la cara. Porque, claro, si usted eligió representar al pueblo, es frente al pueblo que debe rendir cuentas.
Usted, al elegir dedicarse a la política, eligió libremente exponerse a los odios y amores que genere como persona y pública.
En este mundo libre, todos tenemos derecho a elegir sobre nuestra imagen, no sobre la de los otros. Usted, como política, no puede elegir sobre mi imagen ni la de nadie.
Las personas con nombre y apellido eligieron libremente exponerse, y yo también elijo: presentarme ante mis lectores como “Potus Amarillo”.
Contrario a lo que usted cree, las redes son más sanguinarias con sus integrantes que con los políticos. Acá, las redes se regulan libremente como el mercado: si alguien no gusta, las redes dejan de consumirlo. Ustedes, los políticos, en cambio, tienen fueros para salir ilesos de sus errores.
Usted confunde “anonimato” con “impunidad”. Y, fíjese, yo también tengo “un archivo”, “una historia” de la que tengo que hacerme cargo. Yo también debo rendirles cuenta a mis lectores por lo que opino.
El precio de ser Potus Amarillo es lidiar con la infinidad de conjeturas falsas que hacen a diario sobre mí sin poder defenderme. Desde tratarme de hombre hasta incluirme en la lista de “trolls pagos” (como nos llamaron los periodistas a las personas que apoyamos a Javier). Sin ir mas lejos, desde el canal en el que usted está sentada, se refirierona cuentas similares a la mía como: “libervirgos” “violentos” “ultra derechistas” “milicia digital” “brazo armado” “equipo táctico liberal” “nazis” “fachos” “mogólicos” “ejercito de personas” y ayer mismo a la lista le sumé: “pibitos y pibitas en oficinas oscuras”.
Usted, como “María Eugenia Vidal”, puede hacerle juicio a otro. Yo, como “Potus Amarillo”, no. Visto así, usted está protegida por su nombre, yo no puedo decir lo mismo.
Al elegir la imagen del osito, no estoy usando una “careta”, como usted dice. Uso esta imagen porque así nadie se distrae en mi cuenta comentando sobre mis tetas, cosa muy común en las redes.
Es mi contenido lo que aquí importa, no yo, mi imagen, mi nombre o la popularidad de mi ego. Acá la gente te banca o no te lee.
Elegí ser “un osito” para que presten atención a mis textos largos -que en esta red están mal vistos- y, para eso, no necesito exponer mi imagen o presumir el nombre escrito en mi DNI.
He visto los últimos años de dictadura, he visto democracia, he visto censura, he visto violencia contra alguien por el solo hecho de pensar distinto. Sé con qué bueyes estoy arando al publicar lo que publico.
Usted, que eligió ser política y vivir en un cuartel, debería entender más que nadie que yo cuide a los míos.
Respeto que Usted y otros usen sus nombres, pero tenga presente que algunos elegimos un seudónimo por otras razones que nada tienen que ver con “taparse la cara”.
Si no le gusta que yo no use nombre y apellido, usted aplicará la ley de las redes: no me leerá, ni me responderá si no tiene ganas y hasta puede bloquearse si no quiere mi contenido cerca del suyo.
Lo mismo vale para todos a los que usted quiere doxear usando el aparato del Estado.
Como usted bien dijo, “las redes sociales las usamos todos”.
Como digo yo: las redes son lo que hacemos de ellas, no lo que pretendemos que sean para moldearlas a nuestro antojo.
Usted pregunta, “¿cuál es el límite?”. Pues, desde mi punto de vista, el límite lo pone cada uno libremente: si no le gusta un contenido, es cuestión de no seguirlo ni difundirlo.
En resumen, la libertad en las redes depende de respetar las elecciones de cada uno, sin imponer reglas que busquen silenciar a otros.
CARTA A MARÍA EUGENIA VIDAL
— Potus Amarillo (@PotusAmarillo) May 20, 2025
Usted dice, hablando de las redes en el programa de Feiman, “este es un debate que se está dando en el mundo”. Yo cambiaría “mundo” por “países pro-agenda 2030”, que, obviamente, no es el caso de nuestro país.
Hay una corriente agendista, como usted… pic.twitter.com/1jPljpURUa
Un tuitero no puede, por ejemplo, usar el aparato de los medios para imponer sus ideas.
(2) Un tuitero no puede, por ejemplo, usar el aparato de los medios para imponer sus ideas.
— Potus Amarillo (@PotusAmarillo) May 20, 2025
Cobardía es ocultar la pauta desde el 2023.
Firmado: Potus. Potus Amarillo. pic.twitter.com/l6q6QjkG8k
Cobardía es ocultar la pauta desde el 2023:

Firmado: Potus. Potus Amarillo