Me gustó este texto que encontré en X de Alan J. Silva:

La batalla no es contra un partido, sino contra un arma de poder llamada estado, que coopta a la gente y la usa.
El Estado es el partido mismo, y el partido es el Estado, no existe uno sin el otro, es por eso que quien se arrodilla ante un contrato, está pactando su libertad.
Quien legitima a este Leviatán con su obsecuencia, lo alimenta. Quien lo enfrenta con libertad, lo destruye. Por eso, el acto más libertario jamás concebido es la desobediencia, no contra las leyes de Dios, sino contra las reglas impuestas por otros hombres.
Porque ya lo enseña el libro sagrado, nadie es digno del poder de Dios. Y el poder que más se le asemeja es el del Estado. Nadie es digno de este poder, porque corrompe la mente del hombre, guiándola siempre hacia sus propios intereses.

Y volviendo al punto, dejarse llevar por un contrato es dejarse guiar por los intereses impuestos por otro.
Esto no significa que no debamos involucrarnos, al contrario, jamás hay que olvidar contra qué estamos luchando ni permitir que la mente nos juegue malas pasadas.
Ningún hombre que aspire a la libertad debería tener problemas con otro que comparte su mismo ideal.
Pero el sistema los convierte en títeres, porque todos obedecen las reglas de su empleador.
Solo aquellos que luchan por algo más grande que su nombre se mantienen firmes.
Se desprecia a estos últimos, usando un sistema de engaños y mentiras que se amplifica debido a el poder y la posición del acusador.
Pero este último acusa al otro de no compartir sus intereses espurios… que no son intereses propios, sino impuestos por el sistema.

El sistema quiere que olvidemos quiénes somos y por qué luchamos.
Nos presenta enemigos donde no los hay, enfrenta a aliados y premia a los de su misma calaña.
Cada ley, cada regla, cada contrato, cada nivel de autoridad es un recordatorio de quién es el verdadero enemigo.
La libertad no se pide, se toma.
No se defiende solo en campaña, sino a diario, en cada acción y decisión que tomamos hacia otros.
Y frente a un arma tan poderosa, cada rechazo a obedecer sin cuestionar es un golpe al sistema.

Hoy enfrentamos una elección definitiva…
Estamos planteando el fin de una farsa de democracia.
Las supuestas democracias modernas, disfrazadas de totalitarismo, han llegado a su fin.
Elegimos seguir alimentando al monstruo o destruirlo, y la única forma de combatirlo es con nuestra voz dentro de su centro de poder.
Enójense, frústrense, prepárense, entrénense, motívense, debátanlo, coordinen con orden… pero involúcrense.

Ellos ganan cuando uno de los nuestros, genuino, se retira. No lo permitamos.

VIVA LA LIBERTAD CARAJO!!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Copy link