Lo que pasó es que lo que empezó como un llamado de atención a la violencia en España, lo trajeron a este país como una moda para usarlo políticamente y robar nuestro dinero.
En el camino, intentaron transformar el feminismo en una tropa de asesinas sin alma, cuyo mérito superior radica en no depilarse, ser tortas violentas con flequillo rapado, mostrando las tetas rayadas y cagando catedrales.
Feministas se llaman…

Feministas de cartón, militando empoderamiento K y llorando por no tener cita con quien hablar un sábado a la noche o soplar sola la vela de los 40.
Feministas de ocasión, luchando contra “el patriarcado” siempre y cuando el violador, el golpeador o asesino no fuera de su partido. Ahí, silencio y puño al aire con pañuelito para llenar el bolsillo izquierdo con pauta del Estado.

Lo que pasó es que personas como ustedes se jactaron de representar a la mujer y dieron cuenta de ser personas mentalmente destrozadas por motus propios y, de bonus, antifamilia, si no es por conveniencia o moda.

Intentaron transformar a la mujer en un pedazo de carne rodeando una vagina. Sexualizadas al extremo, como si ser puta y exhibicionista fuese más respetable y difícil que ser madre de una criatura. Sexualizadas, como si la mujer no pudiera ser un ser pensante digno de expresarse. Basta analizar sus contenidos para ver cómo son incapaces de hablar de algo que no implique sexo, perversidad o falta de autoestima.

Intentaron hacer de nosotras un grupo de ignorantes despechadas psíquicamente rotas, sin respeto alguno por la vida y por el prójimo, alejadas de la evolución espiritual que te lleva a razonar que tanto hombres como mujeres tienen cualidades que no están pensadas para competir, sino para complementarse y ser mejores.
Alejadas de la evolución espiritual y natural que te lleva a pensar que el feminismo no es la solución cuando se quiere una sociedad respetuosa verdaderamente.

Ustedes denostaron la femeneidad y elogiaron afear a la mujer, como si la belleza fuese mala.
Ustedes le faltaron el respeto a hombres y nos dieron vergüenza ajena a las mujeres.

Personas como ustedes, incapaces de pensar en el equilibrio natural que existe entre las cualidades del hombre y la mujer, vendieron que matar a un bebé es algo premiable por el Estado y, así, vaciaron las aulas de nuestros jardines.
Ustedes no pueden construir más que daños.
“¿Qué es lo que lo que pasó?” preguntan ahora las sordas que jamás escucharon.

Para no hacerla larga, ustedes hicieron que una mujer como yo, con los ovarios bien puestos, sosteniendo la mano de un niño, orgullosa del hombre que tiene al lado, sienta honor de autopercibirse: “varoncito tarado y votante de Milei”.

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