Harto del peso solitario del abismo.
No era solo agua. Era sombra. Era espera.
Subió. No nadó—fue llevado por lo innombrable.

Un último viaje hacia la caricia del sol.
Pero justo antes—detenido. Suspendido
entre lo que fue y lo que nunca será.
Un pez negro muere.
No hay tragedia en eso.
La ceguera del necio diría “un bicho más”

Muy pocos ven lo que brilla en la profundidad:
todo regresa a la luz,
tarde o temprano
.

“Qué pez más horrible”,
dicen los que no ven.

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